Salgunos años El líder de China, Xi Jinping, dio instrucciones a los reporteros que trabajan para los periódicos y estaciones de televisión estatales. Exigió “informes críticos con hechos precisos y análisis objetivo”. Pero también les dijo a los periodistas que deben “amar y proteger al Partido Comunista”. No explicó qué debían hacer si una instrucción entraba en conflicto con la otra.
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Una nueva aplicación educativa para los periodistas de China, presentada el 30 de junio, deja en claro que la fiesta es lo primero. Un tutorial de una hora de duración se titula “Asegúrese de que los políticos manejen los periódicos, las revistas, las TELEVISOR estaciones y los sitios web de noticias”. Otro habla de cómo “orientar correctamente la opinión pública”. “Es como un toque de tambor”, dice David Bandurski del Proyecto de Medios de China, un programa de investigación en Estados Unidos. “Quieren recordarles que el partido tiene el control”.
China encierra a más periodistas que cualquier otro país. Pero la aplicación de entrenamiento es una de las muchas formas más suaves de coerción. Desde 2014 todos los reporteros han tenido que aprobar un examen para obtener una tarjeta de prensa. Pone a prueba el conocimiento del oficio y de la ideología del partido. Una ex periodista reprobó el examen en su primer intento porque olvidó el significado de “las cuatro grandes cosas”, uno de los lemas nacionalistas impenetrables de Xi. Ella había leído sus discursos de antemano. ¡Pero ha ganado mucho! Acabo de escribir cuatro cosas al azar”, dice. (Dos tenían razón).
Antes de que Xi asumiera el poder en 2012, los periodistas eran más inquisitivos. Algunos investigaron la corrupción, la contaminación o los grupos oprimidos, como los trabajadores migrantes. En 2008, los informes sinceros sobre un terremoto devastador en la provincia suroccidental de Sichuan pusieron al descubierto las fallas de los funcionarios locales. Parte de este espíritu vive en publicaciones comerciales como Caixínuna revista que se enfoca en negocios y economía (temas políticamente menos sensibles).
Un periodista de medios estatales insiste en que él y sus compañeros siguen “revelando la verdad”. Cita informes recientes sobre un escándalo que involucró a un comedor universitario en el sur de China que sirvió cabeza de rata en una comida (las autoridades habían afirmado que era cuello de pato). Además, entre los ganadores de los premios nacionales de periodismo de China del año pasado se encontraba un artículo de investigación sobre el comercio ilegal de la rica tierra negra en el norte de China.
Pero cuando la Asociación de Periodistas de Toda China, supervisada por el partido, entregó ese premio, señaló que Xi había expresado una vez una gran preocupación por proteger el suelo del norte de China. La mayoría de los otros ganadores fueron piezas fanfarronadas sobre la fiesta. Uno se titulaba “Sin el Partido Comunista no hay vida feliz para el pueblo chino”.
Varios reporteros frustrados han dejado sus trabajos. A fines de junio, estalló un acalorado debate en las redes sociales chinas sobre si todavía valía la pena estudiar periodismo en la universidad. Muchos argumentaron que no lo era. Los críticos de la industria lamentaron la implacable positividad progubernamental de los medios estatales. Los títulos de periodismo, dijo un comentarista, “solo te enseñan una cosa: ser obediente”.■
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